sábado, 25 de diciembre de 2010
Durante el tiempo que ha pasado desde que conmemoramos el centenario de su nacimiento en el taller literario de la Escuela de Adultos El Villar, hemos conocido a un Miguel Hernández emocionalmente cercano. De leer sus poemas hemos pasado a imitarlos, a escribir poniéndonos en su piel. Cada palabra suya ha sido un manotazo duro, un nudo en la garganta, pero también un soplo de dignidad. A veces nos preguntamos si, en su desdicha, este aforismo del poeta Vicente Núñez :"No hay más felicidad que la que no tiene futuro" no estará hecho a su medida. ¿Qué futuro tuvo Miguel, como hombre, como persona? Leemos poemas sueltos de su Cancionero y Romancero de Ausencias y sentimos de qué manera se agarraba a la vida, sabemos de su dolor y de sus efímeros momentos de felicidad. Nadie como él para decirnos que sólo la poesía salva nuestras vidas. Sólo ella se salva.
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